La noche de los lápices, fue la protagonista
¿Realmente
sentarse en un pupitre y luego irse a casa, es aprender? Nutrirse de
conocimiento es hablar de los que nos molesta, inspira, excluye, incluye. Es
más allá de tener un profesor cuyo adjetivo se ha convertido en una figura
parecida a centinela. Algunos usan como técnicas de “enseñanza” la de vociferar
junto a sus dedos autoritarios un “no sirves”, “estudiaste la carrera
equivocada”, “bruto”, y otros calificativos despectivos que producirán el final
de ésta hoja. Expandir el conocimiento y
retroalimentarse ante lo que rodea a los protagonistas, es decir, los
estudiantes como colectivo, es el deber ser de una cultura universitaria.
Por lo tanto, actividades como las de ayer, son
un pequeño aire de luz. El salón del los
espejos, perteneciente a la Universidad Arturo Michelena, fue el sitio que
albergó a estudiantes de distintas carreras para ver La noche
de los lápices, película argentina dirigida por Héctor
Olivera. El film relata el secuestro de unos jóvenes estudiantes inmersos en
los comienzos de una dictadura militar, el crimen: reclamar sus derechos.
De
ellos se debe aprender que la rebelión con causa es una forma de hacerse
escuchar. Como primera fase para llegar a una estructuración de conciencia
estudiantil, se debe usar el arte en todas sus facetas. De esta manera, un cine
foro ayuda a generar pensamiento crítico y esa es la meta como grupo. El pupitre es un amigo, pero quitarse la
venda de los ojos, ayuda a crecer como individuo.
Redacta - Luis Felipe Hernandez
Redacta - Luis Felipe Hernandez